Es un mundo Hip-Hop



Como un movimiento dio forma y absorbió la cultura global. (por Malcom Beith)


Camina por la calle de cualquier ciudad en el mundo y verás la evidencia de la cultura HipHop: Un joven en Tokio adornado en FUBU les hace “gestos” a sus “homies”, un grupo de franco-marroquíes rapea mientras esperan el metro en Paris, y un chico lleno de ruidosas (al caminar) vestimentas en Kuwait se pasea con la semblanza de un gangsta cualquiera. Sin importar la apariencia, el HipHop se ha inmiscuido en la cultura global.
Pero, de la misma manera el HipHop ha sido moldeado por la cultura global, evolucionando bajo la influencia de distinta gente y tendencias regionales. Actualmente dos nuevas exposiciones—con instalaciones, fotografías, pinturas, dibujos y proyectos multimedia, en su mayoría de jóvenes artistas contemporáneos con ascendencia afro-americana y asiático-americana—exploran la habilidad del HipHop para absorber y adaptarse a las fuerzas exteriores. “Black Belt” en el Studio Museum de Harlem (enero del 2004) observa específicamente la deuda del HipHop con la cultura asiática. Cuando el HipHop nació a comienzo de lo 70´s ”la gente de color se miraba la una a la otra buscando inspiración política y filosófica” dice Christine Y. Kim encargada del cuidado del “Studio Museum de Harlem”. Algo a lo que los fundadores del HipHop observaron fueron las artes marciales orientales—particularmente el kung fu y a Bruce Lee. Los “nanchakus” (ninchakos) de Sanford Bigger, una replica de metal y plástico del arma de artes marciales, se encienden como una excalibur moderna. Los enormes retratos de Bruce Lee propiedad de David Diao cuelgan de las murallas, y las filmaciones de Rico Gastón sobre Muhammad Ali y Lee luchando estilo MTV en nueve escenas.
Pero esta obsesión por Asia es mucho más que una necesidad por héroes de acción. Pues a comienzo de los setentas los afro-americanos admiraban a los asiáticos por ser gente colonizada que se las arreglo para mantener su sentido del ser.”Había cierta envidia por no haber sido totalmente desarraigados de su país, lengua y raíces” dice Kim. En la exposición de Harlem Iona Rozel Brown ofrece, en alusión, una pintura, sobre un papel de arroz, del emperador Qianlong de la dinastía Qing vistiendo ropa FUBU y las mejores zapatillas. Otras pinturas de Brown presentan a la mujer negra como asiática (o dependiendo de la interpretación, mujeres asiáticas como negras) ilustrando claramente el paralelo entre la fascinación afro-americana con Asia en los setentas y, por otro lado, la actual obsesión asiática con la cultura afro-americana.
La travesía global del Hip-Hop es el tópico de una nueva exposición en el museo de Munich: ”Un Planeta con la Misma Onda: Hip Hop y Arte Contemporáneo” (en enero del 2004).
Para absoluto placer visual las fotografías de la coreana de nacimiento Nikki Lee se roban el show. Lee se vistió con ropa hip-hop, se puso algo de maquillaje oscuro y se sumergió en la masa HipHop neoyorquina predominantemente negra. Entonces se fotografió. Las imágenes hacen aflorar provocativas preguntas: ¿Estaba ella viviendo hip-hop o solo estaba mostrándolo? ¿Es la belleza del HipHop aquella que no tiene dueño, o acaso esta movilidad intercultural es una negación de su autenticidad?
David Hammons explora el popular tema de la solidaridad en la opresión con una serie de fotos manipuladas de Tupac Shakur llamada “Out of Sequence”(Fuera de Secuencia). En vida Shakur fue un famoso rapero vendedor de platino con fama de llevar una vida peligrosa. Después de muerto se ha convertido en un símbolo de oportunidades destruidas y juventud perdida. Hammos ofrece una foto de Shakur con una camisa de fuerza y sus ojos mostrando una pesadumbre con la que cualquier oprimido podría identificarse. Otro trabajo ”In The Hood”
[1] elimina el tópico por completo simplemente colgando una capucha de la muralla.
Ambas exhiben realzando la naturaleza fluida y anacrónica de las relaciones culturales globales del HipHop. Cuando oleadas de asiáticos inmigraron a Estados Unidos luego de las guerras de Corea y Vietnam, muchos se establecieron en áreas urbanas densamente pobladas por afro-americanos. Los que a largo plazo se identificaron con sus luchas. El HipHop floreció de este nuevo mundo fusionado. Y a través de evolución y apropiación, la actual cultura HipHop se ha homogeneizado tanto como dinamizado, a la vez se ha constituido y hecho difícil de definir. En “Black-Belt” una instalación en particular se adhiere al estado de ambigüedad: inspirada en la secuencia de acción del salón de los espejos de la película de Bruce Lee “Enter the Dragon”(Entra el Dragón) Luis Gispert creó “Enter my 37th Chamber” (entra en mi 37ma cámara). Tu esperas, la verdad , un salón de espejos, pero en lugar de eso subes por una rampa hasta un túnel sin salida en donde un sensor de movimiento activa el sonido de un cuerpo respirando. Ese es el poder del HipHop global: esperas algo pero recibes lo contrario. Entonces te vas y lo haces por tu cuenta.
[1] “In The Hood” en español tiene una doble lectura, pues hood significa a la vez “capucha” y “barrio” por lo que “in the hood” posee un interesante juego de significados entre: “Encapuchado” y “En el Barrio”. Personalmente creo que se usó muy apropósito.

Herramienta del Capitalismo


Herramienta del Capitalismo.[1]

El Hip Hop no es un movimiento político en el sentido usual, sus adherentes no eligen representantes públicos. No presenta una crítica sistemática (o siquiera original) a la supremacía del mundo blanco. Tampoco ha producido ningún manifiesto de agitación política colectiva. No ha generado ningún Malcom X o Dr. King. No ha engendrado ningún tipo de organización de base activista como la Southern Christian Leadership Conference, The Black Panther Party, NAACP, o incluso la Country Music Association.
Realmente el Hip hop ha tenido un muy pequeño impacto en las políticas afro-americanas de largo plazo. Este ha dejado sus secuelas al orientar a sus auditores hacia verdaderos iconos políticos (Malcom X), organizaciones radicales del pasado (The Black Panthers), y movimientos autónomos del presente (The Nation of Islam). Ha mostrado al mundo lo funesto de la segregación. Articuló y predijo la explosión de ira que sacudió Los Ángeles en 1992. Le ha dado a dos generaciones de jóvenes una vía para entrar al negocio del entretenimiento y un vehículo de expresión sin censura. Chuck D[2] dijo una vez que esperaba que Public Enemy generara miles de líderes negros. Al grado de que su banda abrió los ojos de sus seguidores hacia el pensamiento político, Chuck D y su grupo han afectado probablemente más jóvenes de lo que esperaban.
El mayor problema del Hip hop como movimiento político es que los MCs no son activistas sociales ni por experiencia ni por inclinación. Son “artistas” (entertainers) cuya visibilidad y efectividad como mensajeros están sujetas a los caprichos del mercado. A pesar de todo el impacto de Public Enemy—hubo a lo menos cuatro años donde la banda simbolizó lo mejor de esta cultura—su fortaleza fundamentalmente residía en hacer y vender discos. Pero eso tampoco significa que no haya habido un impacto político desde el Hip hop—lejos de eso. Desde el logo b-boy de la mira de un arma diseñado por Chuck D, hasta la recreación de Chuck D y Flava Flav de Muhammad Ali y Drew “Bundini” Brown, desde la puesta en escena de la Seguridad del Primer Mundo esgrimiendo Uzis de juguete y vestimenta militar, hasta el bombástico ataque aural del Bomb Squad, Public Enemy hacia que la política tuviese onda. En el proceso también le dieron a la política una mercancía. Para ser exacto, esta era una herramienta de marketing con un propósito global el que, en efecto, no era diferente al de LL.Cool J con sus canciones románticas o N.W.A. con su gangsterismo. En la gran cultura pop las olas constantemente rompen sobre nuestras playas, el rap nacionalista negro en la cresta, por ahora, retrocede junto con la carrera de Public Enemy y su séquito: Paris, The X Clan y otros.
Aunque los valores del hip hop son en general fijos—su espíritu de rebelión, su identificación con la cultura callejera, materialismo y agresividad—este es además una herramienta de comunicación increíblemente flexible, completamente adaptable a cualquier tipo de mensaje. Esta es una de las razones por la que ha durado. Por eso ningún estilo le ha sido esencial por más de 3 o 4 años hasta hoy. Por eso ha sido tan fácil transformar cada elemento de la cultura asociada al hip hop en un producto, sea Tommy Hilfiger vendiendo ropa, académicos escribiendo tesis, cereales para el desayuno, o candidatos presidenciales buscando algún beneficio.
El hip hop no se convirtió en mercancía de manera sencilla como se unen puntos con una línea, sino que mutó, como un alien en una película de ciencia-ficción, para servir a sus diferentes señores. Aun así, y a diferencia de otras expresiones culturales del underground, el hip hop se las ha arreglado para mantenerse vital, abrasivo y afilado por más de dos décadas. La conexión de la cultura con las clases baja y trabajadora afro-americana, gente que usualmente no tiene voz, le permite comunicar sueños y emociones que hacen sentir a los extraños incómodos. Incluso cuando la Play Station de Sony incluye un amable rapero con cara de niño, eso no subvalora ni mitiga la fuerza de MCs duros como los de Mobb Deep o Wu-Tang.
De alguna manera el hip hop sobrevive incluso al más burdo comercialismo, o por lo menos lo ha hecho hasta ahora.
Hay montones de historias que ilustran la mutabilidad esencial del hip hop. Literarias, de cine, de moda y políticas de un modo que no tienen nada que ver con el nacionalismo negro, ya que el hip hop es lo última en herramienta del capitalismo.
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[1] George, Nelson. (1998). Hip hop America. Penguin Books. New York. Chapter 12: Capitalist Tool. Traducción por Denegro
[2] Chuck D, voz principal del grupo Public Enemy.

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